
Los Cinco Minutos del Espíritu Santo
Domingo, 4 de Abril, 2021
«Te adoro Trinidad santísima, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Te adoro aunque mi mente no puede alcanzar tu misterio de amor. Te alabo y te bendigo Dios mío, y deseo entrar en esa maravillosa intimidad de tres Personas. Gloria, gloria, gloria. Toda la adoración de mi corazón se eleva a ti, Dios mío. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, ahora y por toda la eternidad.
Ven Espíritu Santo. Te ruego que eleves mi corazón para adorar al Padre Dios, para descubrir con gratitud que él es el Padre de Jesús, pero que también es mi Padre. Te pido que me sostengas, Espíritu Santo, para que me quede en sus brazos paternos y me deje amar por él, reposando en su santa presencia.
Amén.»

Padre Luis Maldonado
*Juan 20,1-9.*
El primer día después del Domingo, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio que la piedra que cerraba la entrada del sepulcro había sido removida. Fue corriendo en busca de Simón Pedro y del otro discípulo a quien Jesús amaba y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron para el sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Al momento de inclinarse, vio los lienzos tumbados, pero no entró. Pedro llegó detrás, entró en el sepulcro y vio también los lienzos tumbados. El sudario con que le habían cubierto la cabeza no se había caído como los lienzos, sino que se mantenía enrollado en su lugar. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero, vio y creyó. Pues no habían entendido todavía la Escritura: ¡Él debía resucitar de entre los muertos!». _Palabra del Señor._
Reflexión Papa Francisco.
Los anuncios de Dios son siempre sorpresas, nuestro Dios es el Dios de las sorpresas. Y así, desde el inicio de la historia de la salvación, desde nuestro padre Abraham, te sorprende. Y la sorpresa es eso que te conmueve el corazón, que te toca allí donde no te lo esperas. Por decirlo un poco con el lenguaje de los jóvenes, la sorpresa es un «golpe bajo» porque no lo esperas.
«¿Tengo el corazón abierto a las sorpresas de Dios, soy capaz de ir deprisa, o siempre estoy con esa cancioncita: «mañana veré, mañana, mañana?».
¿Qué me dice a mí la sorpresa?. Juan y Pedro fueron corriendo al sepulcro. Juan, dice el Evangelio, creyó. También Pedro creyó, pero a su modo, con la fe mezclada un poco con el cargo de conciencia de haber renegado del Señor. Y yo hoy, en esta Pascua, ¿yo qué?, ¿tú qué?, ¿yo qué?.