
Martes, 24 de noviembre, 2020
El Espíritu Santo no consiente la mediocridad; siempre quiere llevarnos a algo más.
El martirio es una muestra de lo que puede llegar a provocar el Espíritu Santo. Por eso la Iglesia nos propone recordar a los mártires de distintas regiones de la tierra, para reconocer la acción del Espíritu Santo y para estimular nuestra entrega. Hoy recordamos a los 117 mártires de Vietnam.
Estos mártires son personas de diversas condiciones y estados de vida: obispos, sacerdotes, catequistas, padres de familia, profesionales, pescadores. Así vemos que, en cualquier situación que vivamos, es posible entregarlo todo. Cada uno de nosotros, en la tarea que le toque realizar, puede dejarse tomar por el Espíritu Santo, y dar la vida en esa tarea generosa.
Uno de estos mártires, llamado Pablo, decía con firmeza, en medio de los tormentos espantosos que le hacían sufrir: _“Estoy lleno de gozo y de alegría. No estoy solo, Cristo está conmigo»._
A pesar de las crueles persecuciones, que buscaban amedrentar a los pobladores para que no se hicieran cristianos, hoy la Iglesia en Vietnam ya tiene unos seis millones de fieles cristianos. Por eso, ninguna circunstancia adversa debería hacernos pensar que no vale la pena entregarse, que nada puede ser mejor, que nuestra entrega es inútil. Ninguna lucha, llevada con amor, será infecunda, más allá de lo que nosotros lleguemos a ver con nuestros ojos. Por eso, cuando nos parece que sufrimos inútilmente, invoquemos al Espíritu Santo, y dejemos que él bendiga ese dolor. De esa manera, nuestro sufrimiento dará frutos preciosos.
Los mártires nos impulsan a entregar la vida, cada día. Es posible, si nos dejamos impulsar y fortalecer por el Espíritu Santo.
Padre Luis Maldonado
*Evangelio de Lucas 21,5-11.*
En aquel tiempo, como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús les dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?» Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: «Soy yo», y también: «El tiempo está cerca». No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin». Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo». _Palabra del Señor._
*Reflexión del Papa Francisco.*
En el trastorno final del mundo, la puesta en juego es más alta que el drama representado por las calamidades naturales. Cuando Jesús habla de estas calamidades en otro pasaje nos dice que se producirá una profanación del templo, una profanación de la fe, del pueblo: que se producirá la abominación, se producirá la desolación de la abominación. ¿Qué significa eso? Será como el triunfo del príncipe de este mundo: la derrota de Dios. Parece que él, en aquel momento final de calamidades, parece que se adueñará de este mundo, será el amo del mundo.
He aquí el corazón de la prueba final: la profanación de la fe. Que, entre otras cosas, es muy evidente, dado lo que padece el profeta Daniel, echado en la fosa de los leones por haber adorado a Dios en lugar de al rey. Por tanto, la desolación de la abominación, tiene un nombre preciso, la prohibición de adoración.
No se puede hablar de religión, es una cosa privada, ¿no? De esto públicamente no se habla. Se quitan los signos religiosos. Se debe obedecer a las órdenes que vienen de los poderes mundanos.
Se pueden hacer tantas cosas, cosas bellas, pero no adorar a Dios. Prohibición de adoración. Este es el centro de este fin. Y cuando llegue a la plenitud, al kairós de esta actitud pagana, cuando se cumpla este tiempo, entonces sí, vendrá Él: «Y verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y gloria».
Los cristianos que sufren tiempos de persecución, tiempos de prohibición de adoración son una profecía de lo que nos sucederá a todos. Y sin embargo, en el momento en el que los tiempos de los paganos se habrán cumplido, será el momento de levantar la cabeza, porque estará cerca la victoria de Jesucristo.
No tengamos miedo, solo Él nos pide fidelidad y paciencia. Fidelidad como Daniel, que ha sido fiel a su Dios y ha adorado a Dios hasta el final. Y paciencia, porque los cabellos de nuestra cabeza no caerán. Así lo ha prometido el Señor.

Lectura completa de la Biblia en 365 días.
Fray Nelson Medina, O.P., lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura.
Día 303 de 365
Jeremías 33–34
Eclesiástico 18,1-14
Juan 6,41-71