31-08-2020

Los cinco minutos del Espíritu Santo

Lunes, 31 de agosto, 2020

La persona llena del Espíritu Santo es verdaderamente generosa, y por eso reacciona con generosidad cada vez que alguien la necesita. No tiene que estar motivándose o preparándose para poder hacer una obra buena. Le sale del corazón.

Cuando tenemos una amistad más o menos profunda con alguien, siempre tendremos que dar algo. Y a veces, cuando estamos buscando un poco de tranquilidad, se acerca alguien que necesita de nuestra ayuda. Pero si tenemos un falso ideal de felicidad, viviremos sintiendo a los demás como ladrones que nos roban nuestro tiempo y nuestras cosas, escaparemos de ellos, o simplemente los soportaremos con una cuota de nerviosismo disimulado.

Pero alguien resentido o egoísta, que busque a Dios para liberarse de las molestias de los demás, no sería un verdadero místico. Sería sólo un terrible ególatra o un enfermo que usa a Dios para disimular su incapacidad de amar.

Si alguna vez hemos amado de verdad a alguien, sabemos que el amor vale la pena; si algún día hemos sido verdaderamente generosos, sabemos que eso nos hace felices. Un corazón generoso vive mejor. Pero como el amor no se fabrica ni se inventa con las capacidades humanas, hay que pedirlo como un regalo sublime del Espíritu Santo.

“¡Ven Espíritu Santo, y enséñame a amar!”.
✨🙏🏼✨

Padre Luis Maldonado

Santo Evangelio de hoy – Lucas 4,16-30.

Evangelio de hoy Lectura del Santo Evangelio de hoy lunes 31 de agosto (Enseñanza de Jesús en Nazaret):
En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?» Pero él les respondió: «Sin duda ustedes me citarán el refrán: «Médico, cúrate a ti mismo». Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún». Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra» Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino el sirio». Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.» Palabra del Señor.

Reflexión del Evangelio de hoy por el Papa Francisco.

«Si quieres tener un encuentro con Dios mantente humilde».

Sobre la lectura del Evangelio de hoy, vemos que los leprosos y las viudas en aquel tiempo eran marginados. Y sin embargo, estos dos marginados, acogiendo a los profetas, fueron salvados.

En cambio, los nazarenos no aceptan a Jesús porque estaban tan seguros en su fe, tan seguros en su observancia de los mandamientos, que no tenían necesidad de otra salvación.

Es el drama de la observancia de los mandamientos sin fe: «Yo me salvo solo, porque voy a la sinagoga todos los sábados, trato de obedecer a los mandamientos, pero que este no venga a decirme que eran mejor que yo aquel leproso y aquella viuda». Esos eran marginados. Y en el Evangelio de hoy, Jesús nos dice: «Pero, mira, si tú no te marginas, no te sientes en el margen, no tendrás salvación.»

Esta es la humildad, el camino de la humildad: sentirse tan marginados que tenemos necesidad de la salvación del Señor. Solo Él salva, no nuestra observancia de los preceptos. Y esto no gustó, se enojaron y querían matarlo.

(…) Es este el mensaje del Evangelio de hoy, si queremos ser salvados, debemos elegir el camino de la humildad.

María en su Cántico no dice que está contenta porque Dios ha mirado su virginidad, su bondad y su dulzura, tantas virtudes que ella tenía. No. Si no porque el Señor ha mirado la humildad de su sierva, su pequeñez, su humildad. Es lo que mira el Señor. Y debemos aprender esta sabiduría de marginarnos, para que el Señor nos encuentre…

La humildad cristiana no es la virtud de decir: «Pero, yo no sirvo para nada» y esconder la soberbia allí, no, no. La humildad cristiana es decir la verdad: «Soy pecador, soy pecadora». Decir la verdad: es esta nuestra verdad. (Homilía del Evangelio de hoy. Santa Marta, 25 de marzo de 2015.)

Oraciones y reflexión (Padre Sam) Lunes 31 de agosto del 2020:

https://youtu.be/EQ99tCNTKtA
Reflexión | Ataques en la iglesia
Laudes
Visperas
Completas
Rosario
Coronilla de la Divina Misericordia

Lectura completa de la Biblia en 365 días.
Fray Nelson Medina, O.P., lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura.
Día 218 de 365

Judit 12–14
Eclesiastés 2
Lucas 2,36-52