
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Miércoles, 2 de Septiembre, 2020
El Espíritu Santo no espera que nos obsesionemos buscando la perfección. Por eso dice la Biblia: «No quieras ser demasiado perfecto ni busques ser demasiado sabio. ¿Para qué destruirte?» (Eclesiastés 7,16).
No tienes por qué ser perfecto en todo, ni hacerlo todo bien, ni hacerlo todo ahora. Suelta ese falso ideal. Porque estás llamado a ser feliz en lo que haces, no a destruirte haciendo cosas. La base de todo cambio está en aceptarse serenamente a uno mismo. Eso brinda una calma interior para descubrir los pequeños pasos que podemos dar sin destruirnos. No conviene dar lugar a los reproches interiores que terminan bloqueando todo posible crecimiento. Porque no es cierto que si no cambias ese defecto, no sirves para nada. Ese cambio puede ser importante, pero mientras no lo logres hay muchas cosas bellas que puedes hacer. Tampoco es cierto que nunca vas a cambiar. El cambio llegará en el momento justo. Pero si te desprecias y te lastimas no te preparas para recibirlo.
Vivir culpándose a uno mismo no sirve para nada, no nos estimula ni nos ayuda a cambiar. El Espíritu Santo no quiere sentimientos de culpa sino buenos deseos. Por eso es tan importante mirarse a sí mismos con el amor compasivo y paciente del Señor, perdonarse, y liberarse de esos ideales de perfección que provocan permanentes sentimientos de culpabilidad y de inferioridad. Pidamos al Espíritu Santo que destruya esos sentimientos inútiles.
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Padre Luis Maldonado
Santo Evangelio de hoy – Lucas 4,38-44.
Evangelio de hoy Lectura del Santo Evangelio de hoy miércoles 2 de septiembre (Jesús sana y expulsa demonios donde iba):
«En aquel tiempo, cuando Jesús salió de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado». Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.» Palabra del Señor.
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Reflexión del Evangelio de hoy por el Papa Francisco.
«Jesús salva, sana, cura, consuela. Es el gran médico de almas.»
Sobre la lectura del Evangelio de hoy, observamos que Jesús, una vez entrado en la casa de Simón Pedro, ve que su suegra está en cama con la fiebre; inmediatamente le toma la mano, la cura y la hace levantar.
Luego del ocaso, cuando terminado el sábado la gente puede salir y llevarle a los enfermos, sana a una multitud de personas afectadas por las enfermedades de todo tipo: físicas, psíquicas y espirituales.
En el Evangelio de hoy, nos damos cuenta de que, Jesús ha venido al mundo para anunciar y salvar a cada hombre. Y a todos los hombres muestra una particular predilección por aquellos que están heridos en el cuerpo y en el espíritu: los pobres, los pecadores, los endemoniados, enfermos y marginados, revelándose médico de almas y cuerpo, buen Samaritano del hombre». Es el verdadero Salvador: Jesús salva, Jesús cura, Jesús sana.
Tal realidad de la curación de los enfermos por parte de Cristo nos invita a reflexionar sobre el sentido y el valor de la enfermedad.
(…) Jesús, enviando en misión a sus discípulos, les confiere un doble mandato: anunciar el Evangelio de la salvación y curar a los enfermos (Cfr. Mateo 10,7-8.) Fiel a esta enseñanza, la Iglesia siempre ha considerado la asistencia a los enfermos parte integrante de su misión.
«Los pobres y los enfermos estarán siempre con ustedes», enseña Jesús, (Cfr. Mateo 26,11) y la Iglesia continuamente los encuentra por su camino, considerando a las personas enfermas como un camino privilegiado para encontrar a Cristo, para acogerlo y para servirlo. Curar a un enfermo, acogerlo, servirlo, es servir a Cristo: el enfermo es la carne de Cristo.
(…) A través del mensaje del Evangelio de hoy, precisamos que, cada uno de nosotros, está llamado a llevar la luz de la Palabra de Dios y la fuerza de la gracia a aquellos que sufren y a cuantos los asisten, familiares, médicos, enfermeros, para que el servicio al enfermo se cumpla cada vez con más humanidad, con dedicación generosa, con amor evangélico, con ternura.
Recemos a María, «Salud de los enfermos», para que toda persona en la enfermedad pueda experimentar, gracias a la atención de quien le está cerca, la potencia del amor de Dios y la consolación de su ternura materna. (Reflexión del Evangelio de hoy. Ángelus, 08 de febrero de 2015.)
Oraciones y reflexión (Padre Sam) Miércoless 02 de septiembre del 2020
Lectura completa de la Biblia en 365 días.
Fray Nelson Medina, O.P., lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura.
Día 220 de 365
Esther 1 – 2
Eclesiastés 4
Lucas 3, 15-38