Los cinco minutos del Espíritu Santo
Viernes, 25 de septiembre, 2020
«Ven Espíritu Santo, a limpiar mis miserias.
No quiero que mis debilidades y pecados me quiten la alegría, la fuerza, la energía, el empuje de mi entrega. No quiero que mis errores me detengan y me debiliten. Porque tú tampoco lo quieres.
Pero necesitas que reconozca mis pecados y no te los oculte, para así poder sanarme. Esperas que mire con claridad mis errores, sin excusas. No te agrada que me paralicen los escrúpulos y la culpa, pero esperas que reconozca ante ti mis caídas, para poder liberarme.
Ven Espíritu Santo, no puedo ocultarte nada. Todo está claro patente ante tu mirada que todo lo ve, que me penetra por completo. Todo lo sabes, y no tiene sentido que intente escapar avergonzado.
Tu amor me espera con infinita ternura para quemarlo todo en ese fuego abrasador.
Límpiame una vez más Espíritu Santo, porque quiero hacer de mi vida una ofrenda cada día más bella.
Amén.»
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Padre Luis Maldonado
Evangelio de hoy – Lucas 9,18-22.
En aquel tiempo, Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado». «Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios». Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. «El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día». Palabra del Señor.
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Reflexión por el Papa Francisco.
En las Lecturas de hoy, observamos que Pedro, fue ciertamente el más valiente ese día, cuando Jesús preguntó a los discípulos: Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?. Pedro respondió con firmeza: «Tú eres el Mesías». Y después de esta confesión probablemente se sintió satisfecho dentro de sí: «¡he respondido bien!».
(…) También hoy, escuchamos muchas veces dentro de nosotros la misma pregunta dirigida por Jesús a los apóstoles. Jesús se dirige a nosotros y nos pregunta: «para ti, ¿quién soy yo? ¿Quién es Jesucristo para cada uno de nosotros, para mí? ¿Quién es Jesucristo?». Y también nosotros seguramente daremos la misma respuesta de Pedro, la que hemos aprendido en el catecismo: ¡Tú eres el Hijo de Dios vivo, Tú eres el Redentor, Tú eres el Señor!.
(…) Para responder a esa pregunta que todos nosotros percibimos en el corazón, quién es Jesús para nosotros, no es suficiente lo que hemos aprendido, estudiado en el catecismo. Es ciertamente importante estudiarlo y conocerlo, pero no es suficiente. Porque para conocerlo de verdad es necesario hacer el camino que hizo Pedro.
A través del Evangelio de hoy, vemos que «Pedro siguió adelante con Jesús, contempló los milagros que hacía Jesús, vio sus poderes. Luego pagó los impuestos, como le había dicho Jesús, pescó el pez y tomó la moneda: vio muchos milagros de este tipo».
Sin embargo, a un cierto punto Pedro negó a Jesús, traicionó a Jesús. Precisamente en ese momento aprendió esa difícil ciencia, más que ciencia, sabiduría de las lágrimas, del llanto. Pedro pidió perdón al Señor.
(…) En los cuarenta días sucesivos, Pedro escuchó muchas explicaciones de Jesús sobre el reino de Dios. Y tal vez estuvo tentado de pensar: ¡ah, ahora conozco quién es Jesucristo!. En cambio, aún le faltaban muchas cosas para conocer quién era Jesús. Y así, esa mañana, en la playa del Tiberíades, Pedro fue interrogado otra vez. Tres veces. Y él sintió vergüenza, recordó aquella tarde del viernes santo: las tres veces que había negado a Jesús. Recordó el llanto.
En la playa del Tiberíades, Pedro lloró no amargamente como el viernes, pero lloró. Y sobre esa frase «Señor, Tú conoces todo, Tú sabes que te quiero» estoy seguro de que la pronunció llorando.
(…) Para conocer a Jesús, no es necesario un estudio de nociones sino una vida de discípulo. De este modo, caminando con Jesús aprendemos quién es Él, aprendemos esa ciencia de Jesús.
Conocemos a Jesús como discípulos. Lo conocemos en el encuentro cotidiano con el Señor, todos los días. Con nuestras victorias y nuestras debilidades. Es precisamente a través de estos encuentros que nos acercamos a Él y le conocemos más profundamente.
Lectura completa de la Biblia en 365 días.
Fray Nelson Medina, O.P., lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura.
Día 243 de 365
2 Macabeos 11–12
Sabiduría 5,1-14
Lucas 16