20-11-2020

*Los cinco minutos del Espíritu Santo*

Viernes, 20 de noviembre, 2020

Es cierto que el Espíritu Santo quiere hacer grandes cosas en nuestras vidas. Pero lo que cuenta no es la notoriedad, la fama o los éxitos llamativos. Cosas grandes significa que hagamos lo que Dios espera de nuestras vidas, aunque nadie descubra el valor que tienen esas cosas. Lo importante es que cada uno sea lo que debe ser, que ocupe el lugar que debe ocupar en el universo. Eso es grande. Veamos cómo lo decía Martin Luther King:

_“Si no puedes ser un pino sobre un monte, sé una hierba, pero sé la mejor hierba pequeña a la orilla del arroyo._
_Si no puedes ser un árbol, sé un arbusto. Si no puedes ser una autopista, sé un sendero. Si no puedes ser el sol, sé una estrella._
_Sé siempre lo mejor de eso que eres. Trata de descubrir el proyecto que estás llamado a realizar y dedícate con pasión a cumplirlo en la vida.”_

El Espíritu Santo puede ayudarnos a descubrir eso que debemos ser, y puede darnos la fuerza y la creatividad para que lo logremos de la mejor manera posible.
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Evangelio del Día

Padre Luis Maldonado

*Evangelio de Lucas 19,45-48.*

En aquel tiempo, cuando Jesús entró al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones». Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras». _Palabra del Señor._

*Reflexión Papa Francisco.*

Los explotadores, los especuladores del templo, explotan incluso el lugar sagrado de Dios para hacer negocios: cambian las monedas, venden los animales para el sacrificio, también entre ellos tienen como un sindicato para defenderse. Y esto no solo era tolerado, sino incluso permitido por los sacerdotes del templo. Son aquellos que hacen de la religión un negocio.

Jesús no ahorra sus palabras: «Mi casa será llamada casa de oración. Ustedes, en cambio, han hecho de ella una cueva de ladrones».

La gente que iba en peregrinación allí a pedir la bendición del Señor, a hacer un sacrificio: ¡allí, aquella gente era explotada! Los sacerdotes allí no enseñaban a rezar, no les daban la catequesis, era una cueva de ladrones. Paguen, entren, hacían ritos vacíos, sin piedad.

No sé si nos hará bien pensar si entre nosotros sucede algo de este tipo en algún lugar. No lo sé. Esto es utilizar las cosas de Dios para beneficio propio.

(…) Pídele al Señor que te ayude a hacer cosas buenas, pero con fe. Solo a una condición: cuando ustedes se pondrán a rezar pidiendo esto, si tienen algo contra alguien, perdonen. Es la única condición, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus culpas.

Coronilla de la Misericordia
Completas
Visperas
Laudes

Lectura completa de la Biblia en 365 días.
Fray Nelson Medina, O.P., lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura.
Día 299 de 365

Jeremías 25–26
Eclesiástico 16,1-14
Juan 5,1-24

19-11-2020

Los cinco minutos del Espíritu Santo
Jueves, 19 de noviembre, 2020
“Ven Espíritu Santo, sácame del encierro donde me he clausurado, y abre mi vida a los demás.
Derriba las paredes de mi pequeño yo.
Regálame, Espíritu Santo, el don de la disponibilidad.
Hazme disponible para servir.
Hazme disponible para escuchar.
Hazme disponible para compartir.
Hazme disponible para ayudar.
Hazme disponible para acompañar.
Hazme disponible para consolar.
Hazme disponible para alentar.
Hazme disponible para celebrar.
Ven Espíritu Santo, abre mi corazón cerrado, para que no esté siempre pensando sólo en mis necesidades y proyectos, para que aprenda a caminar con los demás, como un verdadero hermano de todos.
Ven Espíritu Santo.
Amén.”
Evangelio del Día

Padre Luis Maldonado

Evangelio de Lucas 19,41-44.

En aquel tiempo, cuando Jesús estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios». Palabra del Señor.

Reflexión Papa Francisco.

Jesús llora por Jerusalén, porque no ha reconocido a Aquel que trae la paz. El Señor llora por la cerrazón del corazón de la ciudad elegida, del pueblo elegido. Porque no tenía tiempo de abrirle la puerta. Estaba demasiado ocupada y muy satisfecha de sí misma.

Jesús sigue llamando a las puertas, como ha llamado a la puerta del corazón de Jerusalén: a las puertas de sus hermanos, de sus hermanas; a nuestras puertas, a las puertas de nuestro corazón, a las puertas de su Iglesia.

Jerusalén se sentía contenta, tranquila con su vida y no tenía necesidad del Señor: no se había dado cuenta de la necesidad de salvación que tenía. Y por esta razón cerró su corazón ante el Señor. El llanto de Jesús por Jerusalén es el llanto por su Iglesia, hoy, por nosotros.

(…) Yo me pregunto: hoy nosotros los cristianos, que conocemos la fe, el catecismo, que vamos a Misa todos los domingos, nosotros los cristianos, nosotros los pastores, ¿estamos contentos de nosotros? Porque tenemos todo ordenado y no tenemos necesidad de nuevas visitas del Señor.

Y el Señor sigue llamando a la puerta, de cada uno de nosotros y de su Iglesia, de los pastores de la Iglesia. Eh sí, la puerta de nuestro corazón, de la Iglesia, de los pastores no se abre: el Señor llora, también hoy».

Laudes
Coronilla de la Misericordia
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Visperas

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Día 298 de 365

Jeremías 23, 9 – 24, 10
Eclesiástico 15
Juan 4, 27-54

18-11-2020


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*Los cinco ninutos del Espíritu Santo*

Miércoles, 18 de noviembre, 2020

Cuenta el Evangelio que Jesús _“se dejó llevar por el Espíritu al desierto”_ (Lucas 4,1). En el desierto Dios habla al corazón. Porque en el desierto no hay nada interesante, nada que pueda distraernos y atontarnos. Sólo arena movida por el viento. Por eso, llega un momento en que nos sentimos solos, desnudos frente a Dios, y entonces le abrimos de verdad el corazón. El Espíritu Santo quiere llevarnos al desierto.

Si leemos el libro del profeta Oseas, allí vemos a un enamorado que intenta por todos los medios seducir a la amada, pero todo es inútil. Finalmente encuentra una manera: _“La llevaré al desierto y le hablaré al corazón»_ (Oseas 2,16).

Evidentemente, eso no significa que tengamos que hacer un viaje para buscar a Dios en un desierto. Se trata de hacer desierto en nuestro interior. Hay que despojarse de todo, darse cuenta de que no vale la pena aferrarse a nada, que todos los falsos remedios y secretos de felicidad no sirven. Sólo nos distraen. Son fantasías y excusas. Tenemos que entrar en oración, dejar todo a un lado, dejar que todo se caiga. Hacer desierto es entonces encontrarnos cara a cara con el Padre Dios, para conversar con él desnudos, sin ocultar nada, sin aferrarnos a nada. Sólo así podremos descubrir y aceptar que él es el único que vale la pena, que sólo él puede ocupar el centro de nuestra existencia.

Podemos vivir este desierto en medio de la ciudad, dentro de las preocupaciones de un día de trabajo, en cualquier circunstancia. Porque en cualquier cosa que hagamos podemos vaciarnos, desarmarnos, liberarnos de falsas seguridades y quedar pobres, con humildad rendidos y espiritualmente postrados ante Dios.

El Espíritu Santo quiere hacernos vivir ese desierto ahora mismo. Aceptemos esta divina invitación que puede cambiar nuestras vidas.

Evangelio del Día

Padre Luis Maldonado

*Evangelio de Lucas 19,11-28.*

En aquel tiempo, como ya se acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro, Él les dijo esta parábola:

«Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez empleados suyos, les entregó una moneda de mucho valor a cada uno y les dijo: ‘Inviertan este dinero mientras regreso’.

Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a unos delegados que dijeran: ‘No queremos que éste sea nuestro rey’.

Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno.

Se presentó el primero y le dijo: ‘Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas’. Él le contestó: ‘Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña, serás gobernador de diez ciudades’.

Se presentó el segundo y le dijo: ‘Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas’. Y el señor le respondió: ‘Tú serás gobernador de cinco ciudades’.

Se presentó el tercero y le dijo: ‘Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un pañuelo, pues te tuve miedo, porque eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y cosecha lo que no ha sembrado’. El señor le contestó: ‘Eres un mal empleado. Por tu propia boca te condeno. Tú sabías que yo soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he sembrado, ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo hubiera recobrado con intereses?’.

Después les dijo a los presentes: ‘Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene diez’. Le respondieron: ‘Señor, ya tiene diez monedas’. Él les dijo: ‘Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían tenerme como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia’ ”.

Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente de sus discípulos. _Palabra del Señor._


*Reflexión del Evangelio.*

El señor de la parábola es Jesús, los servidores somos nosotros y los talentos son el patrimonio que el Señor nos confía. El patrimonio de su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celestial, su perdón, en resumen, tantas cosas, sus bienes más preciosos. No solamente para guardarlo, sino para que crezca.

Si en el lenguaje común la palabra talento indica una capacidad individual sobresaliente, en la parábola, los talentos son los dones del Señor. El agujero excavado en el terreno por el «servidor malo y perezoso» indica el temor del riesgo que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor. Jesús no nos pide que guardemos su gracia en una caja fuerte, quiere que la usemos en beneficio de los demás. Todos los bienes que hemos recibido son para darlos a los demás, y así crecen.

Nos preguntamos: ¿Qué hacemos con los talentos que nos ha dado el Señor? ¿A quién hemos «contagiado» con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos alentado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Cualquier ambiente, incluso el más lejano y difícil, puede convertirse en un lugar donde hacer fructificar los talentos.

La parábola de los talentos nos empuja a no esconder nuestra fe y nuestra pertenencia a Cristo, a no sepultar la Palabra del Evangelio, sino a hacerla circular en nuestra vida, como fuerza que pone en crisis, que renueva.

Visperas
Laudes
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Coronilla de la Divina Misericordia

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Fray Nelson Medina, O.P., lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura.
Día 297 de 365

Jeremías 22,1–23,8
Eclesiástico 14,15-27
Juan 4,1-26

17-11-2020

*Los cinco minutos del Espíritu Santo*

_Martes, 17 de noviembre, 2020_

_“Ven Espíritu Santo, para que me apasionen los verdaderos valores de la vida y no me deje engañar por los falsos atractivos._
_Ven, para que reconozca que un acto de amor vale oro, y que un acto de puro egoísmo no es más que paja y basura._
_Ven, para que vea la luz cada vez que recuerde a Jesús, y reconozca las oscuridades de los falsos modelos, que sólo promueven el placer vacío y egoísta._
_Ven, para que recuerde que vale la pena entregarse generosamente, y que no vale la pena encerrarse en la melancolía y la vanidad._
_Ven, para que no olvide que mi vida no termina en esta tierra, y que estoy llamado a un Reino celestial, donde la felicidad no tendrá fin._
_Ven Espíritu Santo, para que gaste mis energías en cosas buenas, y no las desgaste en los falsos valores._
_Amén.”_
✨✨

Padre Luis Maldonado

*Evangelio de Lucas 19,1-10.*

En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los cobradores del impuesto y muy rico. Quería ver cómo era Jesús, pero no lo conseguía en medio de tanta gente, pues era de baja estatura. Entonces se adelantó corriendo y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por allí. Cuando llegó Jesús al lugar, miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja en seguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Entonces todos empezaron a criticar y a decir: «Se ha ido a casa de un rico que es un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más». Jesús, pues, dijo con respecto a él: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham. El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido». _Palabra del Señor_


*Reflexión del Evangelio*
El texto evangélico nos presenta a alguien que sintió la llamada de Jesús y le abrió sus puertas y le sentó a su mesa. Y no era el modelo reconocido de judío. Por el contrario, quien estaba al servicio del poder opresor, de los romanos: pecador público.

Para ese encuentro con Jesús, es imprescindible sentirse atraído por él. Al menos hacerse preguntas sobre él. Que no pase por nuestros caminos, por nuestra historia desapercibido. Y, aunque el discurrir de las circunstancias, otras preocupaciones puedan ocultarlo, como la gente a Zaqueo, porque somos cortos de estatura o de vista, buscar la atalaya desde donde podemos encontrarnos con su mirada. Un lugar distinto de aquel en el que el discurrir de personas y asuntos de cada día no nos permiten divisarle. Dicho al modo del texto evangélico, colocarnos donde Jesús ha de pasar. Verlo, por ejemplo, en el sencillo, el necesitado, en el orante sincero, en la celebración eucarística, en la escucha su palabra… No solo verlo, dejarse ver por él. El también mira, porque busca, quiere compartir mesa, que dice el texto del Apocalipsis de la primera lectura.

La presencia de Jesús es salvadora. No es un premio a quien la “merece”, responde a la búsqueda de quien no la “merece”, del pecador. De quien necesita salvación. Del pecador que intenta, como Zaqueo, superar su pecado, atendiendo, por ejemplo, al pobre.

Como resumen de las lecturas de la eucaristía de hoy, podíamos preguntarnos: ¿Nos gusta sentar a nuestra mesa a Dios, a Jesús; aunque nos reprenda, porque sabemos que la salvación está en él?

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Día 296 de 365

Jeremías 19 – 21
Eclesiástico 14, 1-14
Juan 3, 22-36

Reproductor de audio

16-11-2020

Los cinco ninutos del Espíritu Santo
Lunes, 16 de noviembre, 2020
Hoy muchas personas buscan la felicidad en la relajación o en la meditación, pero sin amar de verdad a los hermanos. Entonces a veces se sienten bien, pero se están engañando, porque están atrofiando el llamado al encuentro que hay en lo profundo de su ser.
Las relaciones humanas abiertas y generosas son indispensables para una vida sana. Pero la incapacidad de convivir nos alucina en un mundo de fantasía que nosotros mismos creamos, un mundo donde no hay lugar para los que son diferentes y donde sólo existe nuestro propio yo.
Haciendo algunas prácticas y tomando algunas medicinas y productos, nos sentimos un poco aliviados, pero eso sólo llega a la superficie del alma, no llega a la profundidad de la persona, que sigue enferma por dentro.
De ese encierro sólo nos puede liberar el Espíritu Santo, que siempre busca sacarnos fuera de nosotros mismos, que no tolera que nos engañemos en un mundo interior falso y enfermo. Pidámosle con fe y confianza que nos libere de todo egoísmo con la fuerza de su amor. Roguémosle que derrame en nuestras vidas la fuerza sanadora del amor. Porque cuando logramos amar a los demás, eso indica que lo profundo del corazón comienza a sanarse y a liberarse verdaderamente.
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Padre Luis Maldonado

*Evangelio de Lucas 18,35-43.*

En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: «Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí». Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «Hijo de David, ten compasión de mí» Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» «Señor, que yo vea otra vez». Y Jesús le dijo: «Recupera la vista, tu fe te ha salvado». En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios». _Palabra del Señor._

*Reflexión del Evangelio*

Así como el pueblo de Israel fue liberado gracias a la paternidad de Dios, también el ciego Bartimeo fue liberado gracias a la compasión de Jesús que acababa de salir de Jericó.

A pesar de que apenas había emprendido el camino más importante, el que va hacia Jerusalén, Jesús se detiene para responder al grito de Bartimeo. Se deja interpelar por su petición, se deja implicar en su situación. No se contenta con darle limosna, sino que quiere encontrarlo personalmente.

Jesús no le da indicaciones ni respuestas, pero hace una pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti»? Podría parecer una petición inútil: ¿Qué puede desear un ciego si no es la vista? Sin embargo, con esta pregunta, hecha «de tú a tú», directa, pero respetuosa, Jesús muestra que desea escuchar nuestras necesidades. Quiere un coloquio con cada uno de nosotros sobre la vida, las situaciones reales, que no excluya nada ante Dios.

Después de la curación, el Señor dice a aquel hombre: «Tu fe te ha salvado» Es hermoso ver cómo Cristo admira la fe de Bartimeo, confiando en él. Él cree en nosotros más de lo que nosotros creemos en nosotros mismos.

Hay un detalle interesante, Jesús pide a sus discípulos que vayan y llamen a Bartimeo. Ellos se dirigen al ciego con dos expresiones, que solo Jesús utiliza en el resto del Evangelio. Primero le dicen: Ánimo, una palabra que literalmente significa «ten confianza, anímate».

Solo el encuentro con Jesús da al hombre la fuerza para afrontar las situaciones más graves. La segunda expresión es «levántate», como Jesús había dicho a tantos enfermos, llevándolos de la mano y curándolos. Los suyos no hacen más que repetir las palabras de alentadoras y liberadoras de Jesús, guiando hacia él directamente, sin sermones. Los discípulos de Jesús están llamados a esto, también hoy, especialmente hoy: a poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva.

Evangelio del Día
Coronilla de la Divina Misericordia
Visperas
Completas
Laudes

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Día 295 de 365

Jeremías 17–18
Eclesiástico 13,14-26
Juan 3,1-21

15-11-2020

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*Los cinco minutos del Espíritu Santo*

_Domingo, 15 de noviembre, 2020_

El Papa Juan XXIII inició una maravillosa reforma de la Iglesia. Aunque lo eligieron cuando ya tenía una edad avanzada, gracias a él la Iglesia comenzó una gran renovación.

Pero él decía que el autor de esa obra era el Espíritu Santo, que quería transformar su Iglesia. Las primeras noches después de ser elegido, no podía dormir pensando en su tremenda responsabilidad. Entonces se preguntó: “¿Quién guía la Iglesia, yo o el Espíritu Santo?”. Y se respondió: “El Espíritu Santo, por supuesto”. Entonces pudo dormir tranquilo.

Utilicemos sus palabras para invocar al Espíritu Santo, y hagámoslo con la misma confianza que él tenía:

_“Espíritu Santo, ven a perfeccionar_
_la obra que Jesús comenzó en mí._
_Que llegue pronto el tiempo_
_de una vida llena de tu Espíritu._
_Derrota toda presunción natural_
_que encuentres en mí._
_Quiero ser sencillo, lleno del amor de Dios,_
_y constantemente generoso._
_Que ninguna fuerza humana_
_me impida hacer honor_ 
_a mi vocación cristiana._
_Que ningún interés, por descuido mío,_
_vaya contra la justicia._
_Que ningún egoísmo disminuya en mí_
_los espacios infinitos de tu amor._
_Que todo sea grande en mí._
_También el culto a la verdad_
_y la prontitud en mi deber hasta la muerte._
_Que la efusión del Espíritu de amor_
_venga sobre mí, sobre la Iglesia,_
_y sobre el mundo entero._
_Amén.”_
✨✨

Evangelio del Dia

Evangelio de Mateo 25,14-30.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado. Su señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegándose también el de los dos talentos dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado. Su señor le dijo: ¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegándose también el que había recibido un talento dijo: Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo. Más su señor le respondió: Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes». Palabra del Señor.

Reflexión del Evangelio.

El hombre de la parábola representa a Jesús, los siervos somos nosotros y los talentos son el patrimonio que el Señor nos confía. ¿Cuál es el patrimonio? Su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celestial, su perdón, en definitiva, muchas cosas, sus bienes más preciosos. Este es el patrimonio que Él nos confía. No solo para custodiar, sino para fructificar. Mientras que en el uso común el término talento indica una destacada cualidad individual, por ejemplo el talento en la música, en el deporte, etc.

Los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía para que los hagamos fructificar. El hoyo cavado en la tierra por el siervo malo y perezoso indica el miedo a arriesgar que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor. Porque el miedo a los riesgos del amor nos bloquea. Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte. Jesús no nos pide esto, sino que más bien quiere que la usemos en beneficio de los demás.

Todos los bienes que hemos recibido son para darlos a los demás, y así crecen. Es como si nos dijera: «Aquí tienes mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y haz amplio uso de ello». Y nosotros, ¿qué hemos hecho con ello? ¿A quién hemos contagiado con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos alentado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Son preguntas que nos hará bien plantearnos.

Esta parábola nos alienta a no esconder nuestra fe y nuestra pertenencia a Cristo, a no sepultar la Palabra del Evangelio, sino a hacerla circular en nuestra vida, en las relaciones, en las situaciones concretas, como fuerza que pone en crisis, que purifica y renueva.

Coronilla de la Divina Misericordia
Visperas
Laudes
Completas

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Día 294 de 365

Jeremías 15–16
Eclesiástico 13,1-13
Juan 2

14-11-2020

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Cuando nos descuidamos, comenzamos a fabricar alguna máscara para evitar los cambios más profundos, o porque no nos atrevemos a ser nosotros mismos.

¿Cuáles son las posibles máscaras que tenemos que entregar al Espíritu Santo para que él las destruya?

Puede ser la máscara de la fuerza, que nosotros creamos para esconder nuestra fragilidad, en lugar de tratar de fortalecernos por dentro con el poder del Espíritu. Esta máscara nos lleva a mostrarnos agresivos, rebeldes, autoritarios, ambiciosos; pero en realidad, de esa manera sólo estamos ocultando nuestros miedos e inseguridades, que siguen haciéndonos daño por dentro.

Otra máscara puede ser la de la bondad, porque nos gusta que digan que somos buenos y humildes, no toleramos que piensen que somos egoístas u orgullosos. Entonces, para aparentar bondad, nunca decimos que no, siempre hacemos lo que los demás nos piden, nunca discutimos. Pero en el fondo del corazón sufrimos una gran violencia, porque todo eso no es auténtico. En cambio, el Espíritu Santo nos fortalece para que nos atrevamos a ser respetuosos y amables, pero auténticos y sinceros, sin pretender dar más de lo que podemos ni esconder nuestras verdaderas convicciones.

Otra máscara muy común es la de la serenidad, como si fuéramos personas imperturbables, que no nos molestamos ni nos enojamos con nada. Pero la procesión va por dentro, y esa ira reprimida termina quemándonos por dentro y enfermándonos. El Espíritu Santo nos enseña a expresar lo que sentimos, sin agredir a los demás ni quejarnos permanentemente, pero sin la vergüenza de manifestar lo que llevamos dentro.
Evangelio del Día

Padre Luis Maldonado

*Evangelio de Lucas 18,1-8.*

En aquel tiempo, sobre la necesidad de orar siempre sin desfallecer jamás, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Una viuda, también de aquella ciudad, iba a decirle: Hazme justicia contra mi enemigo. Durante algún tiempo no quiso; pero luego pensó: «Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, le voy a hacer justicia para que esta viuda me deje en paz y no me moleste más». Y el Señor dijo: «Considerad lo que dice el juez injusto ¿Y no hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche? ¿Les va a hacer esperar? Yo os digo que les hará justicia prontamente. Pero el hijo del hombre, cuando venga, ¿encontrará fe en la tierra?». _Palabra del Señor._

*Reflexión del Papa Francisco.*

La batalla de la perseverancia no se puede ganar sin la oración. No es una oración esporádica o vacilante, sino una oración ofrecida como Jesús nos dice en el Evangelio: «Orad siempre, sin desfallecer» (Lucas 18,1).

Podemos escuchar una voz dentro de nosotros, diciendo: «Pero, Señor, ¿cómo no cansarnos? Somos humanos, incluso Moisés se cansó». Es cierto, cada uno de nosotros se cansa. Pero no estamos solos, somos parte de un Cuerpo. Somos miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, cuyos brazos se levantan día y noche al cielo, gracias a la presencia de Cristo resucitado y de su Espíritu Santo. Solo en la Iglesia, y gracias a la oración de la Iglesia, podemos permanecer firmes en la fe y el testimonio.

Hemos escuchado la promesa que Jesús: «Dios concederá justicia a sus elegidos, que le gritan día y noche» (Cfr. Lucas 18,7). Este es el misterio de la oración: seguir gritando, no desanimarnos, y si nos cansamos, pedir ayuda para mantener las manos levantadas.

Esta es la oración que Jesús nos ha revelado y nos ha dado en el Espíritu Santo. Orar no es refugiarse en un mundo ideal, ni escapar a una falsa y egoísta sensación de calma. Por el contrario, orar es luchar, pero también dejar que el Espíritu Santo ore en nosotros. Porque el Espíritu Santo nos enseña a orar. Él nos guía en la oración y nos capacita para orar como hijos e hijas.

Laudes
https://www.youtube.com/watch?v=iQULrkhzc5o
Visperas
Completas
Coronilla de la Divina Misericordia

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Fray Nelson Medina, O.P., lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura.
Día 293 de 365

Deuteronomio 12–13
Salmo 93–94
Hechos 22,30–23,11

13-11-2020

Los cinco minutos del Espíritu Santo

Viernes, 13 de noviembre, 2020

No hay nada mejor para nosotros que confiar en el Espíritu Santo; pero de verdad, no de la boca para afuera.

La verdadera confianza es una fuente de libertad, de fuerza y de entusiasmo. No es algo que nos deja quietos, pasivos. Todo lo contrario. Confiar en alguien que nos ama, nos da una gran seguridad para enfrentar las cosas con calma y con eficacia.

Cuando más nos confiamos en el Espíritu Santo, más nos sentimos seguros, protegidos. Es bueno disfrutar de ese sentimiento de protección, y así caminar por el mundo, y así enfrentar la vida.

Porque la protección del Espíritu Santo es también una orientación, una guía que nos conduce por el camino, un brazo que nos apoya y suavemente nos empuja para que avancemos. Nosotros buscamos, nos ocupamos, tratamos de discernir, pero no estamos solos, somos guiados por un consejero seguro. Gracias Espíritu Santo.
✨🕊️✨

Evangelio del Día

Padre Luis Maldonado

Evangelio de Lucas 17,26-37.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos. Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre. En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará. Les aseguro que en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada». Entonces le preguntaron: «¿Dónde sucederá esto, Señor?» Jesús les respondió: «Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres». Palabra del Señor.

Reflexión del Evangelio
Jesús anuncia que la venida del Hijo del Hombre supondrá una conmoción grande en la existencia de la humanidad. Y para que sus oyentes puedan hacerse una idea de lo que supondrán esos días, les pone el ejemplo de Noé y de Lot.

Noé fue aquel patriarca que vivió en tiempos de decadencia de la humanidad, tanto que la Sagrada Escritura dice con palabras duras que el Señor «se arrepintió de haber hecho al hombre sobre la tierra, y se entristeció en el corazón» (Gen 6,6), y así sucede el diluvio universal.

Lot fue aquel hombre que también halló gracia ante el Señor y consiguió salvarse cuando Sodoma y Gomorra sufrieron grandes catástrofes a causa de sus pecados (cfr. Gen 19,23-29).

En ambos casos, la Sagrada Escritura subraya que incluso en los momentos más críticos, la misericordia divina se hace presente, dando una nueva oportunidad a quienes procuran corresponder a sus dones.

Noé y Lot tuvieron que dejar muchas cosas atrás para salvarse de las catástrofes. Vieron un antes y un después a su alrededor, y tuvieron que confiar en la mano providente del Señor para mirar adelante, con fe. Noé construyó el arca mientras nada parecía presagiar el diluvio que venía, Lot huyó a otra ciudad cuando en su entorno todo parecía estar en orden.

En el Evangelio, Jesús nos sugiere que necesitamos una fe similar en los momentos de crisis, en las situaciones en las que todo parece tambalearse a nuestro alrededor. Nos damos cuenta de que tenemos que tomar decisiones arduas, que probablemente requerirán ciertos sacrificios.

Es el momento de pedir luces al Espíritu Santo, para discernir qué cosas son realmente importantes y qué cosas, en cambio, debemos dejar atrás. En esas crisis, descubrimos lo que eran simples seguridades humanas, de las que podemos prescindir para abrirnos a la novedad que el Señor nos quiere regalar en nuestra existencia.

«Quien pretenda guardar su vida la perderá; y quien la pierda la conservará viva» (v. 33). Desprendernos de las cosas que sobran no es dar un salto en el vacío, sino lanzarse a los brazos fuertes de nuestro Padre Dios, que quiere lo mejor para nosotros.

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Día 292 de 365

Jeremías 11–12
Eclesiástico 11,18-34
Juan 1,1-28

12-11-2020

Los cinco minutos del Espíritu Santo

Jueves, 12 de noviembre, 2020

“Ven Espíritu Santo, lleno de la hermosura de tus dones, glorioso y luminoso, con toda la riqueza que derramas por donde pasas.
Ven Espíritu de sabiduría, y dame el gusto por las cosas santas y nobles.
Ven Espíritu de entendimiento, para que pueda comprender los misterios de tu Palabra.
Ven Espíritu de consejo, para que pueda orientar a mis hermanos.
Ven Espíritu de fortaleza, para que pueda enfrentarlo todo.
Ven Espíritu de ciencia, para que llegue a la profundidad de las cosas de este mundo.
Ven Espíritu de piedad, para que reconozca el valor sagrado de cada ser humano.
Ven Espíritu del santo temor, para que procure cuidadosamente no ofenderte jamás.
Ven Espíritu Santo, con tus siete dones preciosos.
Amén.»
✨✨

Reproductor de audio

*Del santo Evangelio según san Lucas 17, 20-25*

En aquel tiempo, los fariseos le preguntaron a Jesús: «¿Cuándo llegará el Reino de Dios?» Jesús les respondió: «El Reino de Dios no llega aparatosamente. No se podrá decir: ‘está aquí’ o ‘está allá’, porque el Reino de Dios ya está entre ustedes».

Les dijo entonces a sus discípulos: «Llegará un tiempo en el que ustedes desearán disfrutar siquiera un solo día de la presencia del Hijo del hombre y no podrán. Entonces les dirán: ‘está aquí’ o ‘está allá’, pero no vayan corriendo a ver, pues así como el fulgor del relámpago brilla de un extremo a otro del cielo, así será la venida del Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser rechazado por los hombres de esta generación».
_Palabra del Señor._

*Medita lo que Dios te dice en el Evangelio*

¿Por qué Jesús habla tanto del Reino de Dios y del Reino de Cristo? Es central en su Evangelio «anunciar la buena nueva del Reino de Dios, porque para esto fui enviado.» (Lc 4, 43). ¿Por qué es tan importante para Jesús el Reino? ¿Qué será el Reino de Dios? ¿En dónde está? ¿Ya llegó? ¿Cómo llegó? ¿Soy miembro del Reino de Dios?

Los fariseos e israelitas esperaban un Rey portentoso que les liberara físicamente, casi que a fuerza y con espadas, de Roma. El Reino no es aparatoso. No es material, sino espiritual. Hoy que reina en el mundo lo material o lo espiritual, ¿se podría decir que el Reino está instaurado en la sociedad o en el mundo? ¿Qué vamos a hacer tú y yo? Nos toca. A ti y a mí. Jesús ya lo dio todo y lo sigue dando por amor a ti y a mí. Por AMOR a ti y a mí. Una Persona real que nos ama. Por el simple hecho de ser educado habría que agradecerle a esta Persona. Pero el Evangelio de Cristo no se trata de ser educados, sino de amar y de compartir a la Persona amada; de seguir dejándole entrar con su amor a m tu corazón y al mío, para que el primer lugar donde se instaure el Reino sea en nuestros corazones. ¿Quién o qué reina en cada uno de nuestros corazones?

Pidámosle a la Virgen María que nos acompañe y nos enseñe el camino para confiar y creer en Jesús.

Evangelio del Día
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Día 291 de 365

Jeremías 9–10
Eclesiástico 11,1-17
Judas

11-11-2020

*Los cinco minutos del Espíritu Santo*

_Miércoles, 11 de noviembre, 2020_

El último don del Espíritu Santo es el santo temor de Dios. Pero este don no tiene nada que ver con el miedo. Porque en realidad, _“en el amor no hay lugar para el temor; al contrario, el amor perfecto elimina el temor»_ (1 Juan 4,18).

El santo temor de Dios es la capacidad de reconocer que Dios siempre es infinitamente más grande, que nos sobrepasa por todas partes, que nunca podemos abarcarlo. El amor nos permite descubrir a Dios muy cercano y lleno de ternura, pero el santo temor nos permite reconocer que nuestro amor nunca puede agotar a Dios ni poseerlo completamente, ya que él es el infinito e inabarcable, que está por encima de todo. Este don nos permite recordar que nunca dejamos de ser sus creaturas, y nos ayuda a ser muy cuidadosos para no ofender a Dios, para no desagradarle con nuestra conducta, porque él es el Santo.
✨️✨

Evangelio del Día

Padre Luis Maldonado

Evangelio de Lucas 17,11-19.

En aquel tiempo, Jesús iba de camino a Jerusalén y viajaba por las tierras fronterizas de Samaria y Galilea. Al entrar en una de las aldeas, 10 hombres que sufrían de la lepra vinieron a su encuentro. Se pararon a cierta distancia de Él y le llamaron: «¡Jesús! ¡Maestro! Ten piedad de nosotros». Cuando Jesús los vio, les dijo: «Vayan y preséntense con los sacerdotes». Y entonces, cuando ellos iban en camino, fueron limpiados. Encontrándose curado, uno de ellos se regresó alabando a Dios con toda su voz. Se arrojó postrado a los pies de Jesús y le dio las gracias. El hombre era un samaritano. Esto llevó a Jesús a decir: «¿No fueron limpiados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? Parece que nadie ha regresado para alabar a Dios, excepto este extranjero». Y dijo al hombre: «Levántate y sigue tu camino. Tu fe te ha salvado». Palabra del Señor.

Reflexión del Papa Francisco.

«Tu fe te ha salvado» (Lucas 17,19). Esto refleja el camino de la fe. Hay tres pasos en este camino de fe. Los vemos en las acciones de los leprosos que Jesús cura. Gritan, caminan y dan gracias.

Paso 1: Gritan.

En el tiempo de Jesús, los leprosos eran considerados impuros y, como tales, tenían que ser aislados y mantenidos separados. Vemos que cuando se acercan a Jesús, «se distanciaron». Aunque su condición los separaba, el Evangelio nos dice que ellos «llamaban» y le rogaban a Jesús. No se dejaron paralizar porque fueron rechazados por la sociedad; gritaron a Dios, que no excluye a nadie.

Vemos cómo se acortan las distancias, cómo se supera la soledad: no encerrándonos en nosotros mismos y en nuestros propios problemas, no pensando en cómo nos juzgan los demás, sino clamando al Señor, porque el Señor escucha el clamor de los que se encuentran solos. Como esos leprosos, nosotros también necesitamos sanación, cada uno de nosotros.

Paso 2: Caminar.

(…) Es la segunda etapa… Es muy llamativo que los leprosos no se curen cuando están delante de Jesús; es solo después, cuando están caminando. El Evangelio nos dice eso: «A medida que avanzaban, eran limpiados». Fueron sanados subiendo a Jerusalén, es decir, caminando cuesta arriba. En el camino de la vida, la purificación tiene lugar a lo largo del camino, un camino que a menudo es cuesta arriba porque lleva a las alturas.

La fe exige un camino, una «salida» de nosotros mismos, y puede hacer maravillas si abandonamos nuestras certezas reconfortantes, si dejamos nuestros puertos seguros y nuestros nidos acogedores.

Paso 3: Dar gracias.

Gritar, caminar y dar gracias. Este es el paso final. Solo a quien se lo agradeció le dijo Jesús: «Tu fe te ha salvado». Lo hizo sano y salvo. Vemos de esto que la meta final no es la salud o el bienestar, sino el encuentro con Jesús. La salvación no es beber un vaso de agua para mantenerse en forma; es ir a la fuente, que es Jesús. Solo Él nos libera del mal y sana nuestros corazones. Solo un encuentro con él puede salvar, puede hacer la vida plena y hermosa.

Coronilla de la Misericordia
Visperas
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Laudes

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Fray Nelson Medina, O.P., lee contigo el texto completo de la Sagrada Escritura.
Día 290 de 365

Jeremías 7 – 8
Eclesiástico 10, 19-31
2 Timoteo 4